Alerta: así se está convirtiendo ChatGPT en el mejor amigo de nuestros hijos
Los adolescentes consultan absolutamente todo a la IA: desde cómo comportarse con la persona que les gusta hasta confesarle sus temores
La Inteligencia Artificial ha llegado para quedarse y especialmente los más jóvenes interactúan con ella con mucha naturalidad, quizá demasiada. Según un estudio publicado por UNICEF, la UNESCO y Kids Online Argentina, más de la mitad de los adolescentes recurren diariamente a chatbots (asistentes de conversación basados en IA) como ChatGPT; en muchos casos para tareas distintas a lo puramente académico. Además de utilizarlos como si fuesen un buscador convencional, les plantean toda suerte de disyuntivas y preocupaciones, como si estuviesen en la consulta de un improvisado psicólogo digital.
«Muchos adolescentes prefieren compartir sus emociones con un chatbot antes que con un amigo o un adulto por vergüenza o miedo a la reacción del otro», explica la psicóloga Gloria R. Ben, colaboradora de la firma sobre seguridad y bienestar digital para familias, Qustodio.
Según la experta, dicha preferencia obedece a una serie de rasgos emocionales inherentes a la preadolescencia: «En esta etapa aparece una marcada necesidad de aceptación social y la gestión que el menor lleva a cabo de sus vínculos sociales puede resultar más compleja debido a una mayor sensibilidad emocional. Además, no podemos olvidar la relación tan cercana que tienen los adolescentes con el entorno digital. Los chatbots les ofrecen un espacio seguro y sin juicio (pueden ser ellos mismos), además de una respuesta inmediata».
Y es que los jóvenes de hoy en día buscan precisamente eso: la concatenación de estímulos, consecuencias instantáneas y una disponibilidad constante a modo de respuesta (generalmente a través de las aplicaciones de mensajería instantánea o las redes sociales). La pregunta, sin embargo, es si relacionarse frecuentemente con un chatbot puede influir en la manera en la que el menor interpreta o valora la amistad en la vida real.
Para Ben, las inteligencias artificiales suelen arrojar mensajes erróneos por haberse diseñado para responder de forma empática: «Los menores pueden acostumbrarse a recibir una comprensión instantánea, pretendiendo luego que las relaciones personales sean así. Esta dinámica puede crear en los adolescentes una percepción distorsionada sobre lo que significa la amistad, creyendo que las relaciones son sencillas, libres de conflicto y con expectativas irreales de que siempre les van a apoyar».
Es más, herramientas como ChatGPT pueden agravar problemas ya existentes como el aislamiento social, la falta de autoestima o la ansiedad, explica la psicóloga de Qustodio: «Los adolescentes pueden sentirse menos motivados y con menos necesidad de salir de la zona de confort que le genera su espacio y su ordenador. Esto va a generar que tengan cada vez menos necesidad de socializar y se vayan aislando, lo que aumentará las dificultades cuando tengan que enfrentarse a situaciones sociales reales, incrementando la ansiedad cuando lleguen esas ocasiones y rechazándolas, pudiendo desencadenar trastornos mentales más graves (ansiedad social, agorafobia...). No podemos olvidar que el estar acostumbrados a interactuar con la IA también hace que no tengamos que esforzarnos a la hora de entender las relaciones y las emociones ajenas, pudiendo afectar también al desarrollo de la empatía».
Señales de alerta
Afortunadamente, determinadas señales pueden ayudar a los padres a detectar si su hijo ha reemplazado parte de su vida social por una interacción excesiva con la IA. «Entre las más importantes encontramos el aislamiento –prosigue Ben–. Podemos observarlo, por ejemplo, si nuestros hijos pasan más tiempo encerrados en su habitación, con sus dispositivos digitales y reducen de manera drástica el tiempo dedicado a las actividades sociales presenciales. A su vez, podemos notar cambios en su estado de ánimo (nerviosismo, tristeza, irritabilidad...) cuando no pueden tener acceso a la tecnología, que lo nieguen cuando hablemos con ellos o incluso no sean del todo conscientes de la cantidad de tiempo que le dedican. Otras veces, directamente lo esconden».
A todo esto se suma la predisposición de ciertos perfiles a establecer lazos más emocionales con la Inteligencia Artificial: «Las personas tímidas, introvertidas, incluso con baja autoestima y dificultades para gestionar las relaciones sociales, verán más sencillo mantener y crear este tipo de relaciones. Los jóvenes con necesidades emocionales insatisfechas en su entorno social pasan mucho tiempo en entornos digitales, lo cual, añadido a que son más vulnerables a nivel emocional, genera una mayor dependencia o idealización de las relaciones, pudiendo confundir una amistad real con la que se puede generar con la IA».
Evitar esto último pasa por la prevención, sentencia la experta: «Hay que educar a los niños desde edades tempranas en el buen uso digital, fomentar las relaciones sociales y la importancia de la reciprocidad emocional». Además, en la plataforma Qustodio apuestan por la inclusión de advertencias y limitadores de edad en el uso de los chatbots, al tiempo que apelan al compromiso ético de los desarrolladores a la hora de no explotar la vulnerabilidad emocional de los adolescentes.
La Inteligencia Artificial ha llegado para quedarse y especialmente los más jóvenes interactúan con ella con mucha naturalidad, quizá demasiada. Según un estudio publicado por UNICEF, la UNESCO y Kids Online Argentina, más de la mitad de los adolescentes recurren diariamente a chatbots (asistentes de conversación basados en IA) como ChatGPT; en muchos casos para tareas distintas a lo puramente académico. Además de utilizarlos como si fuesen un buscador convencional, les plantean toda suerte de disyuntivas y preocupaciones, como si estuviesen en la consulta de un improvisado psicólogo digital.
«Muchos adolescentes prefieren compartir sus emociones con un chatbot antes que con un amigo o un adulto por vergüenza o miedo a la reacción del otro», explica la psicóloga Gloria R. Ben, colaboradora de la firma sobre seguridad y bienestar digital para familias, Qustodio.
Según la experta, dicha preferencia obedece a una serie de rasgos emocionales inherentes a la preadolescencia: «En esta etapa aparece una marcada necesidad de aceptación social y la gestión que el menor lleva a cabo de sus vínculos sociales puede resultar más compleja debido a una mayor sensibilidad emocional. Además, no podemos olvidar la relación tan cercana que tienen los adolescentes con el entorno digital. Los chatbots les ofrecen un espacio seguro y sin juicio (pueden ser ellos mismos), además de una respuesta inmediata».
Y es que los jóvenes de hoy en día buscan precisamente eso: la concatenación de estímulos, consecuencias instantáneas y una disponibilidad constante a modo de respuesta (generalmente a través de las aplicaciones de mensajería instantánea o las redes sociales). La pregunta, sin embargo, es si relacionarse frecuentemente con un chatbot puede influir en la manera en la que el menor interpreta o valora la amistad en la vida real.
Para Ben, las inteligencias artificiales suelen arrojar mensajes erróneos por haberse diseñado para responder de forma empática: «Los menores pueden acostumbrarse a recibir una comprensión instantánea, pretendiendo luego que las relaciones personales sean así. Esta dinámica puede crear en los adolescentes una percepción distorsionada sobre lo que significa la amistad, creyendo que las relaciones son sencillas, libres de conflicto y con expectativas irreales de que siempre les van a apoyar».
Es más, herramientas como ChatGPT pueden agravar problemas ya existentes como el aislamiento social, la falta de autoestima o la ansiedad, explica la psicóloga de Qustodio: «Los adolescentes pueden sentirse menos motivados y con menos necesidad de salir de la zona de confort que le genera su espacio y su ordenador. Esto va a generar que tengan cada vez menos necesidad de socializar y se vayan aislando, lo que aumentará las dificultades cuando tengan que enfrentarse a situaciones sociales reales, incrementando la ansiedad cuando lleguen esas ocasiones y rechazándolas, pudiendo desencadenar trastornos mentales más graves (ansiedad social, agorafobia...). No podemos olvidar que el estar acostumbrados a interactuar con la IA también hace que no tengamos que esforzarnos a la hora de entender las relaciones y las emociones ajenas, pudiendo afectar también al desarrollo de la empatía».
Señales de alerta
Afortunadamente, determinadas señales pueden ayudar a los padres a detectar si su hijo ha reemplazado parte de su vida social por una interacción excesiva con la IA. «Entre las más importantes encontramos el aislamiento –prosigue Ben–. Podemos observarlo, por ejemplo, si nuestros hijos pasan más tiempo encerrados en su habitación, con sus dispositivos digitales y reducen de manera drástica el tiempo dedicado a las actividades sociales presenciales. A su vez, podemos notar cambios en su estado de ánimo (nerviosismo, tristeza, irritabilidad...) cuando no pueden tener acceso a la tecnología, que lo nieguen cuando hablemos con ellos o incluso no sean del todo conscientes de la cantidad de tiempo que le dedican. Otras veces, directamente lo esconden».
A todo esto se suma la predisposición de ciertos perfiles a establecer lazos más emocionales con la Inteligencia Artificial: «Las personas tímidas, introvertidas, incluso con baja autoestima y dificultades para gestionar las relaciones sociales, verán más sencillo mantener y crear este tipo de relaciones. Los jóvenes con necesidades emocionales insatisfechas en su entorno social pasan mucho tiempo en entornos digitales, lo cual, añadido a que son más vulnerables a nivel emocional, genera una mayor dependencia o idealización de las relaciones, pudiendo confundir una amistad real con la que se puede generar con la IA».
Evitar esto último pasa por la prevención, sentencia la experta: «Hay que educar a los niños desde edades tempranas en el buen uso digital, fomentar las relaciones sociales y la importancia de la reciprocidad emocional». Además, en la plataforma Qustodio apuestan por la inclusión de advertencias y limitadores de edad en el uso de los chatbots, al tiempo que apelan al compromiso ético de los desarrolladores a la hora de no explotar la vulnerabilidad emocional de los adolescentes.
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